Durante el mes de junio nuestro objetivo es promover e incentivar el realizarse los exámenes preventivos de salud. Como esta columna va dedicada al aspecto psicológico de distintos temas médicos, abordaremos la prevención desde el ámbito emocional tomando el concepto de “autocuidado” como el eje principal.
El concepto de autocuidado debe su origen al ámbito de la salud pública, específicamente a la práctica de la enfermería, siendo la definición más difundida la de Dorothea Orem que entiende el autocuidado como aquellas actividades que realizan los sujetos, familias, comunidades, con el propósito de promover salud, prevenir la enfermedad, limitarla cuando existe o restablecerla cuando sea necesario.
De esta manera, el autocuidado puede ser comprendido como el conjunto de estrategias de afrontamiento que pueden utilizar los sujetos propiciando y fortaleciendo su bienestar integral.
A lo anterior, podríamos añadir que estas actividades provienen de una actitud activa y motivada en cada persona y su entorno social, en pos de una visión donde la responsabilidad y proactividad en torno a la propia salud física y emocional necesita de la gestión de quienes desean tener una mejor calidad de vida, donde el ideal sería no sólo mantener una visión desde lo preventivo, sino incorporan la reflexión de cómo potenciar y mejorar la salud que ya se tiene.
Es así también la contribución personal y continua del sujeto a su propia salud y bienestar, incluyendo la participación de la familia y redes de apoyo es vital, existiendo un vínculo entre la persona y su medio ambiente, cultura, valores y creencias.
En este marco, las acciones son ejecutadas en beneficio del individuo y de quienes son cercanos a éste, donde es fundamental reconocer las propias limitaciones como también el saber cuándo solicitar ayuda profesional. Dentro de los limites de cada sujeto, resulta relevante también promover el autoconocimiento, respecto de las fortalezas y aspectos por mejorar de cada persona, como también el considerar los riesgos que conllevan nuestras actividades diarias para nuestra salud mental, como puede ser el cuestionarse sobre el trabajo actual, qué implicancias tiene en lo emocional, o bien el tipo de horario y ritmo que se lleva durante el día, personas y contextos que nos rodean si nos aportan o no.
De esta manera, te entregamos algunas sugerencias para que puedas revisar en qué estás actualmente y cómo mejorar.
Atención a tu día. Al comenzar tu mañana, detalla en tu mente cómo se viene tu día; qué actividades debes hacer, cuáles actividades son urgentes y qué medios son los mejores para resolverlas. ¿Estás abarcando mucho? ¿Buscas soluciones que te alivian o que hacen tu día más pesado?
Obsérvate cuando hablas. Cuando conversas con otros de ti o de lo que haces, ¿eres de los que se queja? En general aquellos que se estresan más, tienden a tener una actitud pasiva de queja frente a lo que les pasa más que de movilizarse y buscar resolver sus dificultades.
Evita los extremos. Muchas veces podemos ver que las personas dan visiones polarizadas de su vida, ahí es importante cuestionarse: ¿está todo mal, todo bien, o hay variaciones? ¿Es todo lo que vive blanco o negro, o hay matices? Es relevante, para tener una mejor salud mental, ver que no siempre todo es tan malo como parece o tan auspiciador, siempre debemos tener en cuenta que existen ventajas y desventajas en cada evento o situación.
Satisface tus necesidades básicas. Para poder rendir adecuadamente en la función o rol que tengas, es necesario poder observar en primera instancia revisar lo más básico: cómo has dormido y comido, si has podido mantener un equilibrio entre la actividad y el descanso, también chequear cómo andan tus hábitos de higiene y orden personal. Es muy probable que si haz dormido mal, tu ánimo esté distinto, de igual manera si te has alimentado o hidratado adecuadamente.
Analiza tu entorno laboral y personal. Es muy relevante poder clarificar cómo te sientes respecto de tu entorno social, cómo es el ambiente en el que te desenvuelves, si en general sientes que tienes un espacio de apoyo y confianza o bien de evaluación constante. El contexto en que nos desenvolvemos puede ser vital a la hora de gatillar un episodio de estrés o por el contrario, de prevenirlo.
Reflexiona sobre tus metas. Cada cierto tiempo, puede ser útil que analices y veas cómo te sientes con tu vida, si estás realizando algo con lo que te identificas, que te haga feliz y si no estás en esa precisa situación, si te estás acercando a ella.
Atrévete a pedir ayuda. Si sientes que estás desorientado/a o perdido/a con tus propósitos o que no te sientes bien con algunas áreas de tu vida, atrévete a pedir apoyo. En general, las personas sanas son aquellas que logran detectar cuando algo no está resultando bien y logran pedir ayuda.