En el mes de la fibromialgia, abordaremos esta enfermedad desde lo que ocurre emocionalmente con aquel paciente que siente dolor y molestia. La fibromialgia es una enfermedad que se caracteriza por la vivencia de un dolor muscular crónico de origen desconocido, que tiende a causar fatiga y molestia.
La vivencia de dolor, es una experiencia que no sólo afecta a quienes padecen de fibromialgia, sino que forma parte de distintas enfermedades (autoinmunes, metabólicas, entre otras) , también se vivencia luego de accidentes o lesiones de distinto tipo, lo que incluye a un número considerable de la población; desde el nacimiento hasta la actualidad en algún momento hemos vivido una situación en que hemos experimentado dolor.
En este sentido, el sentir dolor es una experiencia que en general se asocia a malestar e incomodad, donde las personas tienden a manifestar distintas respuestas para poder abordar esta sensación. La experiencia de quien siente dolor, puede variar no sólo por aquello que lo gatilla, o el cómo lo siente quien lo recibe, sino que se suman otras posibilidades en esta situación, destacándose así los siguientes componentes de esta experiencia:
1.- Sensorial: que hace alusión a la percepción corporal del dolor, donde los sentidos juegan un rol fundamental. En esto es relevante considerar el umbral que tiene cada persona en cuanto a su percepción de dolor y a la intensidad con la que lo percibe, ya que es distinta en cada persona.
2.- Cognitivo: se refiere al significado e interpretación que le da la persona a lo que está sintiendo como también a lo que puede ocurrir.
3.- Emocional: Aquí aparece el aspecto afectivo de la experiencia, donde confluyen el miedo, la angustia o la ansiedad, pudiendo estas emociones a su vez, afectar el umbral del dolor.
A lo anterior, es importante considerar que pueden añadirse otros factores que tienden a influir en la experiencia, por ejemplo, si la persona que padece dolor posee un diagnóstico de trastorno ansioso o depresivo, la experiencia incorpora un factor a considerar. En ese sentido, debemos contemplar que todos sentimos un estimulo potencialmente doloroso de manera distinta y que para poder abordar una dolencia necesitamos comprender las diferencias individuales de cada persona, como también la situación actual en la que cada una se encuentra.
Tomando en cuenta que todos experimentan de distintas maneras el dolor, existen algunas medidas que se pueden realizar que podrían ser beneficiosas a modo general, estas son:
Acepta el dolor. Primero que todo, el mantener una actitud de lucha y pelea con la sensación de dolor, ya sea evitando el tema o intensificándolo son dos polos que no colaboran a enfrentarlo. El aceptarlo implica tolerar que es una situación que puede ser desagradable y molesta, pero que hay formas de abordarlo.
Céntrate en el presente. El pensar en que has sufrido mucho por esto en el pasado, o bien temes por seguir sintiendo dolor en el futuro amplifica y empeora la experiencia de dolor. El estar atento/a al momento mismo en que lo experimentas, te dará más información de tu cuerpo como también acortará la duración de la experiencia.
Practica meditación o técnicas de relajación. El llevar una práctica diaria en la que te contactes con tu cuerpo, puede colaborar a lograr un mayor control sobre el mismo. La respiración centrada en tu cuerpo y necesidades, libre de pensamientos, puede ser un gran aliado en momentos difíciles.
Pide ayuda profesional. Si sientes que de manera individual no puedes lidiar con esta situación, es importante aceptar la necesidad de ayuda profesional. Existen terapias psicológicas centradas en el dolor que proporcionan herramientas valiosas para poder abordarlo de manera más efectiva.